Con gran complacencia he venido a saber que esa Orden se dispone a celebrar, con un año jubilar, un aniversario feliz e importante de su historia y de su carisma. Pues, efectivamente, el 27 de septiembre próximo se recuerda el V centenario de la prodigiosa liberación de la prisión de su Fundador, san Jerónimo Emiliani, patrono universal de los huérfanos y de la juventud desamparada, por obra de María Santísima: un acontecimiento prodigioso que modificó el curso de una vivencia humana y, a la vez, dio origen a una experiencia de vida consagrada muy significativa en la historia de la Iglesia.
La vida del laico Jerónimo Miani , veneciano ,fue , en un cierto sentido , " reconstruida " la noche del 27 de septiembre de 1511, cuando, tras prometer sinceramente con voto a la Madonna Grande de Treviso que cambiaría de conducta, se vio libre , por intercesión de la Madre de Dios, de los grilletes de su prisión, que, luego él mismo depositaría a los pies del altar de la Virgen .
"Dirupisti vincula mea" (Sal 115,16). Este versículo del salmo refleja la auténtica revolución interior que se produjo tras esa liberación, relacionada con las tormentosas vicisitudes políticas del momento. Pues ella, en efecto, supuso una renovación integral de la personalidad de Jerónimo, el cual, por intervención divina, fue liberado de las ataduras del egoísmo, el orgullo y la búsqueda de afirmación personal, hasta el punto que su existencia, que antes se centraba preferentemente en las cosas temporales, se concentró únicamente en Dios, amándolo y sirviéndolo de manera especial en la juventud huérfana, enferma y desamparada. Iluminado por los acontecimientos familiares, a causa de los cuales se había convertido en tutor de todos sus sobrinos, huérfanos, san Jerónimo fue percibiendo que a la juventud, especialmente a la que lo está pasando mal, no se la puede dejar sola, que necesita, para crecer sana, un requisito fundamental: el amor. Y en él , desde luego, la capacidad de amar superaba su ciencia; y dado que ese amor brotaba de la mismísima caridad de Dios, rebosaba paciencia y comprensión: era atento, lleno de ternura y dispuesto a cualquier sacrificio, como el de una madre.
La Iglesia del siglo XVI, dividida por el cisma protestante, en una búsqueda seria de su propia reforma, incluso desde dentro, se vio desbordada por tal reflorecimiento de la santidad que ésta se convirtió en la primera y más original respuesta a esos deseos de renovación. El testimonio de los santos confirma que hay que confiar en Dios sólo: pues las pruebas, tanto individuales como institucionales, sirven para acrecentarla fe. Dios tiene sus propios designios, incluso cuando no llegamos a entender sus disposiciones. La atención a la juventud y su educación humana y cristiana, signo distintivo del carisma de los Somascos, sigue siendo uno de los compromisos de la Iglesia, en cualquier época y en cualquier lugar. Es necesario quelas nuevas generaciones puedan crecer alimentadas no sólo con nociones culturales y técnicas sino, sobre todo, con amor, capaz de vencer el individualismo y el egoísmo y de hacerlas sensibles a las necesidades de cualquier hermano o hermana, incluso en aquellos casos en los que no pueden pagarte; es más: muy especialmente en esos casos.
El ejemplo luminoso de san Jerónimo Emiliani, al que el beato Juan Pablo II definió como "laico animador de laicos", nos empuja a ocuparnos de cualquier forma de pobreza de nuestra juventud: moral, física, existencial, pero, sobre todo, de la pobreza de amor, raíz de todo problema humano serio.
Nos seguirá guiando con su apoyo la Virgen María, modelo insuperable de fe y caridad. Y de igual manera que soltó las ataduras de las cadenas que mantenían prisionero a san Jerónimo, quiera Ella, con su maternal bondad, seguir liberando a todas las personas de las ataduras del pecado y de la prisión que supone una vida privada de amor a Dios y a los hermanos, y ofreciéndonos las llaves que nos abren, a nosotros, el corazón de Dios, y a Dios, nuestro corazón.